Bruja de las Mareas by Tea Stilton

Bruja de las Mareas by Tea Stilton

autor:Tea Stilton [Stilton, Tea]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Fantástico, Infantil
editor: ePubLibre
publicado: 2012-03-26T16:00:00+00:00


—Vannak, no creas que es tan fácil desafiar la magia —replicó él, siguiendo el hilo de sus pensamientos.

El jefe de los Nai-Lai lo miró perplejo. ¿Por qué se mostraba tan pesimista el príncipe de la Oscuridad?

—Me temo que Rubin tiene razón —opinó Yara—. Sólo podemos comprender el verdadero alcance de la magia cuando entramos en contacto con ella. Por eso nuestro padre decidió eliminarla para siempre del Gran Reino.

—La magia nunca traerá nada bueno —sentenció la princesa Diamante.

Vannak siempre actuaba de un modo sincero, a veces incluso brusco, típico de las personas que conocen el ritmo y las leyes de la naturaleza y saben que, respetándolas, se puede vivir en armonía. No podía negar que, en su fuero interno, sentía cierta curiosidad, aunque fuera remota por la posibilidad de estar en contacto con la magia. Para alguien como él, que vivía con sencillez y espontaneidad, los artificios y los encantamientos representaban algo nuevo y desconocido, algo que habría podido ejercer cierta fascinación de no ser por las continuas advertencias del Rey Sabio y las princesas. Vannak había comprendido que no debía subestimar el poder de los engaños de la magia. Así pues, su curiosidad se detenía al pensar en las consecuencias que podía llegar a tener ésta: guerra, sufrimiento y destrucción.

Retrocedió varios años con la mente… su tribu ya había librado una batalla larga e inútil para secundar el anhelo de poder, primero del Rey Malvado y luego del príncipe Sin Nombre. La idea de enfrentarse a una nueva guerra era una constante preocupación para él, y la perspectiva de tener que luchar contra las Brujas Grises, esas enemigas taimadas e inalcanzables, era otro motivo para dejar de pensar en la magia.

—Vannak no te preocupes antes de tiempo —le aconsejó Rubin—. De momento, las brujas no se ven por ninguna parte. Podemos estar tranquilos… o al menos intentarlo.

Rubin tenía razón: era importante no perder la calma. Pero la verdad era que ninguno de ellos se sentía tranquilo. Todos los miembros de la pequeña expedición tenían una sensación rara, como si el peligro se encontrara a la vuelta de la esquina.

Y no se equivocaban.

Mientras navegaban entre las olas del Mar de las Travesías, los cascos de las dos piraguas empezaron a dar terribles bandazos.

—¿Qué ocurre? —preguntó Diamante, alarmada, pues no estaba familiarizada con la navegación y menos aún en mares agitados.

—Por el movimiento del agua, podría ser un pez grande —contestó Rubin.

—O una embarcación dirigiéndose hacia alta mar —puntualizó Yara.

Las olas que chocaban contra las dos piraguas eran muy altas y regulares.

—Yo diría que se trata de un buque —opinó Vannak, con la mirada fija en el horizonte.

A lo lejos, justo en la fina línea que separaba el cielo del mar, empezaba a entreverse algo, pero no era un barco, sino una especie de niebla que avanzaba lentamente. Al menos, eso creyó ver el joven. Lo más raro fue que, al cabo de unos minutos, sin que se dieran cuenta, la niebla los había envuelto por completo.

—Vannak, Rubin…, ¿dónde estáis? —los llamó Yara.



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